No le amo, en
absoluto; por el contrario, le detesto, usted es una sin
importancia, desgarbada, tonta Cenicienta. Usted nunca me escribe;
usted no ama a su propio marido; usted sabe qué placeres sus las
letras le dan, pero ¡aún así usted no le ha escrito seis líneas,
informales, a las corridas!
¿Qué usted hace todo el día, señora? ¿Cuál es el asunto tan importante que
no le deja tiempo para escribir a su amante devoto? ¿Qué afecto
sofoca y pone a un lado el amor, el amor tierno y constante amor que
usted le prometió? ¿De qué clase maravillosa puede ser, que nuevo
amante reina sobre sus días, y evita darle cualquier atención a su
marido? ¡ Josephine, tenga cuidado! Una placentera noche, las
puertas se abrirán de par en par y allí estaré.
De hecho, estoy muy preocupado, mi amor, por no recibir ninguna
noticia de usted; escríbame rápidamente sus páginas, paginas llenas
de cosas agradables que llenarán mi corazón de las sensaciones más
placenteras.
Espero dentro de poco tiempo estrujarla entre mis brazos y cubrirla
con un millón de besos debajo del ecuador.
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